viernes, 22 de enero de 2010

Impresionante

Lo impresionante no son los desastres naturales ni los accidentes, sino cómo andamos por la vida con la ilusión de que tenemos todo asegurado, que nada nos sucederá, corriendo para conquistar estándares de confort y bienes que pueden desaparecer, junto con la propia existencia, en pocos segundos.

lunes, 18 de enero de 2010

Cambiar el mundo

Todos los que nos unimos a la Comunidad Desafío venimos desde lugares y experiencias de vida muy diversas. Tal vez, uno de los rasgos que tenemos en común es que queremos un mundo diferente, y no queremos sentarnos a esperar que otros lo hagan por nosotros. Queremos un mundo más humano, más solidario, más equitativo, probablemente porque sabemos que nada de lo que tenemos en realidad nos pertenece, y sólo tenemos control sobre lo que somos.

Lo que tenemos, se nos ha dado y se nos podrá quitar en cualquier momento. Lo que somos, nos acompaña en cualquier circunstancia.

Paz y bien para todos los Animadores de Lo Alto 2010.

jueves, 7 de enero de 2010

Los cuatro enemigos del hombre de conocimiento

(Entrevista del antropólogo Carlos Castaneda con Don Juan, un viejo indio mexicano de la tribu de los Yaqui)
- Cuando un hombre empieza a aprender, nunca sabe lo que va a encontrar. Su propósito es deficiente; su intención es vaga. Espera recompensas que nunca llegarán, pues no sabe nada de los trabajos que cuesta aprender.
Pero uno aprende así, poquito a poquito al comienzo, luego más y más. Y sus pensamientos se dan de topetazos y se hunden en la nada. Lo que se aprende no es nunca lo que uno creía.
Y así comienza a tener miedo. El conocimiento no es nunca lo que uno se espera. Cada paso del aprendizaje es un atolladero, y el miedo que el hombre experimenta empieza a crecer sin misericordia, sin ceder. Su propósito se convierte en un campo de batalla.
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Y así ha tropezado con el primero de sus enemigos naturales: ¡EL MIEDO! Un enemigo terrible: traicionero y enredado como los cardos. Se queda oculto en cada recodo del camino, acechando, esperando. Y si el hombre, aterrado en su presencia, echa a correr, su enemigo habrá puesto fin a su búsqueda.”
- ¿Qué le pasa al hombre si corre por miedo?
- Nada le pasa, sólo que jamás aprenderá. Nunca llegará a ser un hombre de conocimiento. Llegará a ser un maleante, o un cobarde cualquiera, un hombre inofensivo, asustado; de cualquier modo, será un hombre vencido. Su primer enemigo habrá puesto fin a sus ansias.
- ¿Y qué se puede hacer para superar el miedo?
- La respuesta es muy sencilla. No debe correr. Debe desafiar a su miedo, y pese a él debe dar el siguiente paso en su aprendizaje, y el siguiente, y el siguiente. Debe estar lleno de miedo, pero no debe detenerse. ¡Esa es la regla! Y llega un momento en que su primer enemigo se retira. El hombre empieza a sentirse seguro de sí. Su propósito se fortalece. Aprender no es ya una tarea aterradora.
Cuando llega ese momento gozoso, el hombre puede decir sin duda que ha vencido a su primer enemigo natural.
- ¿Ocurre de golpe, don Juan, o poco a poco?
- Ocurre poco a poco, y sin embargo el miedo se conquista rápido y de repente.
-¿Pero no volverá el hombre a tener miedo si algo nuevo le pasa?
- No. Una vez que un hombre ha conquistado el miedo, está libre de él por el resto de su vida, porque a cambio del miedo ha adquirido la claridad.: una claridad de mente que borra el miedo. Para entonces un hombre conoce sus deseos; sabe como satisfacer esos deseos.
Puede prever los nuevos pasos del aprendizaje, y una claridad nítida lo rodea todo. El hombre siente que nada está oculto.
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Y así ha encontrado su segundo enemigo: ¡LA CLARIDAD!. Esa claridad de mente, tan difícil de obtener, dispersa el miedo, pero también ciega”.
Fuerza al hombre a no dudar nunca de sí. Le da la seguridad de que puede hacer cuanto se le antoje, porque todo lo que ve lo ve con claridad. Y tiene valor porque tiene claridad, y no se detiene en nada porque tiene claridad. Pero todo eso es un error: es como si viera algo claro pero incompleto. Si el hombre se rinde a esa ilusión de poder, ha sucumbido a su segundo enemigo y será torpe para aprender. Se apurará cuando debía ser paciente, o será paciente cuando debería apurarse. Y tonteará con el aprendizaje, hasta que termine incapaz de aprender nada más.
- ¿Qué pasa con un hombre derrotado en esa forma, don Juan? ¿Muere en consecuencia?
- No, no muere. Su segundo enemigo nomás ha parado en seco sus intentos de hacerse hombre de conocimiento; en vez de eso, el hombre puede volverse un guerrero impetuoso, o un payaso. Pero la claridad que tan caro ha pagado no volverá a transformarse en oscuridad y miedo. Será claro mientras viva, pero ya no aprenderá ni ansiará nada.
- Pero ¿qué tiene que hacer para evitar la derrota?
- Debe hacer lo que hizo con el miedo: debe desafiar su claridad y usarla sólo para ver, y esperar con paciencia y medir con tiento antes de dar otros pasos; debe pensar, sobre todo, que su claridad es casi un error. Y vendrá un momento en que comprenda que su claridad era sólo un punto delante de sus ojos. Y así habrá vencido a su segundo enemigo, y llegará a una posición donde nada puede ya dañarlo. Esto no será un error ni tampoco una ilusión. No será solamente un punto delante de sus ojos. Ese será el verdadero poder.
Sabrá entonces que el poder tanto tiempo perseguido es suyo por fin. Puede hacer con él lo que se le antoje. Su aliado está a sus órdenes. Su deseo es la regla. Ve claro y parejo todo cuanto hay alrededor. Pero también ha tropezado con su tercer enemigo: ¡EL PODER!
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El poder es el más fuerte de todos los enemigos. Y naturalmente, lo más fácil es rendirse; después de todo, el hombre es de veras invencible. Él manda; empieza tomando riesgos calculados y termina haciendo reglas, porque es el amo del poder.
Un hombre en esta etapa apenas advierte que su tercer enemigo se cierne sobre él. Y de pronto, sin saber, habrá sin duda perdido la batalla. Su enemigo lo habrá transformado en un hombre cruel, caprichoso.
- ¿Perderá su poder?
- No, nunca perderá claridad ni su poder.
- Entonces, ¿qué le distinguirá de un hombre de conocimiento?
- Un hombre vencido por el poder muere sin saber realmente como manejarlo. El poder es solamente una carga sobre su destino. Un hombre así no tiene dominio de sí mismo, ni puede decir cómo ni cuándo usar su poder.
- La derrota a manos de cualquiera de estos enemigos, ¿es definitiva?
- Claro que es definitiva. Cuando uno de estos enemigos vence a un hombre, no hay nada que hacer.
- ¿Es posible, por ejemplo, que el hombre vencido por el poder vea su error y se corrija?
- No. Una vez que un hombre se rinde, está acabado.
-¿Pero si el poder lo ciega temporalmente y luego él lo rechaza?
- Eso quiere decir que la batalla sigue. Quiere decir que todavía está tratando de volverse hombre de conocimiento. Un hombre está vencido sólo cuando ya no hace la lucha y se abandona. - Pero entonces, don Juan, es posible que un hombre se abandone al miedo durante años, pero finalmente lo conquiste.
- No, eso no es cierto. Si se rinde al miedo, nunca lo conquistará, porque se asustará de aprender y no volverá a hacer la prueba. Pero si trata de aprender durante años, en medio de su miedo, terminará conquistándolo, porque nunca se ha abandonado a él en realidad.
- ¿Cómo puede vencer a su tercer enemigo, don Juan?
- Tiene que desafiarlo, con toda intención. Tiene que llegar a darse cuenta de que el poder que aparentemente ha conquistado no es nunca suyo en verdad. Debe tenerse a raya a todas horas, manejando con tiento y con fe todo lo que ha aprendido. Si puede ver que, sin control sobre sí mismo, la claridad y el poder son peores que los errores, llegará a un punto en el que todo se domina. Entonces sabrá cómo y cuándo usar su poder. Y así habrá vencido a su tercer enemigo.
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El hombre estará, para entonces, al fin de su travesía por el camino del conocimiento, y casi sin advertencia tropezará con su último enemigo: ¡LA VEJEZ!. Este enemigo es el más cruel de todos, el único al que no se puede vencer por completo; el enemigo al que solamente podrá ahuyentar por un instante.
Este es el tiempo en que un hombre ya no tiene miedos, ya no tiene claridad impaciente; un tiempo en que todo su poder está bajo control, pero también el tiempo en que siente un deseo constante de descansar. Si se rinde por entero a su deseo de acostarse y olvidar, si se arrulla en la fatiga, habrá perdido el último asalto, y su enemigo lo reducirá a una débil criatura vieja. Su deseo de retirarse vencerá toda su claridad, su poder y su conocimiento.
Pero si el hombre se sacude el cansancio y vive su destino hasta el final, puede entonces ser llamado hombre de conocimiento, aunque sea sólo por esos momentitos en que logra ahuyentar al último enemigo, el enemigo invencible. Esos momentos de claridad, poder y conocimiento, son suficientes.

lunes, 4 de enero de 2010

La distancia óptima para cobijar en Lo Alto

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Una excelente imagen sobre el sentido de ocupar el rol de Animador en Lo Alto, es el trapecista.
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Ese que vimos en algún circo o por TV.
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El trapecista genera un acto estético en su encuentro con otro, allá en las alturas.
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Ese encuentro es "bello" porque requiere de una sincronización perfecta. Si se adelantan o se atrasan el encuentro es fallido, no hay belleza. No se genera el acto estético.
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De los dos trapecistas, uno hace una rutina mecánica, pero el otro debe calcular la "distancia óptima" para llegar en el momento justo con el movimiento adecuado.
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Creo que esa es la tarea del Animador. De eso habla el material que entregamos hoy, arriba a la derecha, para "los Animadores que se animan".
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Claro que esa distancia es la que también ajustamos cotidianamente en la familia, en el trabajo, con los amigos.
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Aunque el material sobre la "distancia óptima" puede ser leído como un tema técnico, también puede ser útil para muchas circunstancias de la vida.
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¡Buen 2010!
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¡Paz y bien para todos los Animadores!