Pongo 50 tipos de agua en 50 cajas Petri diferentes. (Durante los primeros años, utilizaba 100 cajas.) Entonces, coloco las cajas en un congelador a -20° centígrados (-4° Fahrenheit) durante tres horas. El resultado es que la tensión superficial forma gotas de hielo en las cajas Petri a alrededor de un milímetro de distancia de la superficie. El cristal aparece cuando se ilumina la corona de la gota de hielo.
Por supuesto, el resultado nunca es 50 cristales similares, y a veces no se forma un solo cristal. Al granear la formación de cristales, nos percatamos de que los distintos tipos de agua forman cristales diferentes. Algunos de ellos mostraban claras similitudes, otros aparecían deformados y, en algunos tipos de agua, no se formó ningún cristal.
Primero observé los cristales de agua de grifo de diversos lugares. El agua de Tokio era un desastre: no se formó ningún cristal completo. Esta agua contiene cloro para esterilizarla, el cual destruye por completo la estructura del agua natural.
El agua natural, no importa de dónde venga —manantiales naturales, ríos subterráneos, glaciares y corrientes altas de ríos— forma cristales completos. Mis esfuerzos por fotografiar cristales de hielo y realizar investigaciones progresaron.
Un día, el investigador, tan involucrado en el proyecto como yo, propuso algo enteramente radical:
´Veamos qué ocurre si exponemos el agua a la música´.
Yo sabía que era posible que las vibraciones musicales tuvieran un efecto en el agua. Y como disfruto mucho la música —de niño había tenido esperanzas de convertirme en músico profesional— estuve por completo de acuerdo con este experimento.
Al principio, no teníamos la menor idea de qué música ni bajo qué condiciones realizaríamos el experimento. Pero después de varias pruebas, llegamos a la conclusión de que tal vez el mejor método era el más sencillo: poner una botella con agua sobre una mesa en medio de dos bocinas y exponerla a un volumen al que una persona escucharía música de manera normal. También necesitaríamos Ja misma agua utilizada en experimentos anteriores. Primero probamos con agua destilada de una farmacia.
Los resultados nos asombraron. La Sinfonía Pastoral de Beethoven, con sus tonos brillantes y claros, dio como resultado hermosos y bien formados cristales. La Sinfonía 40 de Mozart, refinada oración a la belleza, creó cristales delicados y elegantes. Y los cristales formados por el Estudio en Mi Mayor Op.10 núm, 3 de Chopin nos sorprendieron por sus preciosos detalles.
Toda el agua expuesta a la música clásica, generó cristales bien diseñados con características distintivas. En contraste, la sometida a música violenta de heavy-métal produjo, si acaso, cristales fragmentados.
Pero nuestro experimento no terminó ahí. A continuación nos planteamos qué ocurriría si escribíamos palabras o frases como gracias y tonto en pedazos de papel y los enrollábamos alrededor de las botellas con las palabras hacia dentro. No parecía lógico que el agua leyera la escritura, entendiera su significado y cambiara en consecuencia de forma. Gracias al experimento con música, sabía que podían ocurrir cosas extrañas. Nos sentíamos como exploradores que se adentraban en una selva virgen.
Los resultados de los experimentos no nos decepcionaron. El agua expuesta a la palabra gracias formó hermosos cristales hexagonales, mientras la sometida a la palabra tonto produjo cristales similares a los de la expuesta a la música heavy-metal malformados y fragmentados.
Experimentos posteriores mostraron que el agua sometida a expresiones positivas, como ¡hagámoslo!, creaba cristales bonitos, bien formados, mientras la expuesta a frases como ¡hazlo!, difícilmente formaba algún cristal.
La lección que aprendimos de este experimento se relaciona con el poder de las palabras. La vibración de palabras amables tiene un efecto positivo en nuestro mundo, mientras la de palabras imperativas un poder destructivo.
Conocer el agua es como descubrir el funcionamiento del cosmos, y los cristales revelados por el agua son como un portal para entrar a otra dimensión. A medida que proseguimos nuestros experimentos con fotografías de cristales, descubrimos que estábamos a punto de subir las escaleras que conducen a la comprensión de las verdades profundas del cosmos.
Recuerdo una fotografía en particular. El cristal más hermoso y delicado que había visto hasta entonces, formado por las palabras amor y gratitud. Era como si el agua se hubiese regocijado por ello y lo celebrara con una flor en cierne. Un cristal tan bello que puedo decir que cambió mi vida a partir de ese momento.
El agua me había enseñado la delicadeza del alma humana y el impacto que el amor y la gratitud pueden tener en el mundo.
En Japón se dice que las palabras del alma residen en un espíritu llamado kotodama o espíritu de las palabras, y que algunas pueden cambiar el mundo. Todos sabemos que tienen una enorme influencia en nuestra manera de pensar y sentir, y por lo general las cosas funcionan mejor cuando empleamos palabras positivas. Sin embargo, hasta ahora no hemos sido capaces de ver los efectos de éstas en el terreno físico.
Las palabras son una expresión del alma. Y es muy probable que tenga un enorme impacto en el agua de nuestro cuerpo —que lo constituye hasta en 70 por ciento—, y produzca un efecto bastante considerable en nuestro organismo. Las personas con buena salud por lo general tienen un espíritu sano. Y, en verdad, un espíritu sano vive con mayor comodidad en un cuerpo saludable.
El deseo de ayudar a la mayor cantidad de gente posible a mantener o recuperar su salud, me ha llevado a trabajar durante años en el cuidado de los enfermos. Y entre más personas afligidas veo, más me convenzo de que las enfermedades no son un problema individual, sino resultado de una deformación de la sociedad en su conjunto.
A menos que se haga algo por mejorar el deformado mundo en que vivimos y podamos curar almas heridas, el número de personas que sufren enfermedades físicas no disminuirá. Pero, ¿cuáles son las deformidades del mundo?
Son las del alma, y afectan al propio cosmos. Así como una gota que cae en un pozo crea una onda que se expande sin fin, la deformidad de una sola alma se expande por el mundo, lo cual genera deformidades globales.Pero no todo está perdido, existe la esperanza, la salvación: se llama amor y gratitud.
La Tierra se encuentra en un proceso de búsqueda. Quiere ser hermosa. Desea ser lo más bella que pueda. Ya he dicho que podemos definir al ser humano como agua. Y estoy seguro de que el agua de las personas que miran fotografías de cristales cambia de alguna manera.
Espero que sientas la misma expectación y emoción que yo mientras descubría cómo se desarrollaba esta historia."
Dr. Masaru Emoto